miércoles, 25 de abril de 2007

LA ANSIEDAD MORBIDA : ESTUDIO BIOPOLITICO DE HENRI EY.

A propósito de la reedición de los Etudes Psychiatriques. Eduardo T. Mahieu.

Buenos Aires-Mar del Plata, Abril del 2007.

Toda noción de la psicopatología debe medirse à la angustia. De modo recíproco, hablar de angustia implica una teorización psicopatológica. Esto es algo que Henri Ey afirma con fuerza en el Estudio N°15 : "La semiología de la ansiedad constituye más una perspectiva psicopatológica que la descripción de un síntoma. Ese es precisamente el sentido que hemos querido darle a este estudio" [2]. Autorizándonos de esta cita, nos proponemos explorar un sentido posible del Estudio desde la perspectiva de una lectura cruzada con la crítica de la noción de « biopolítica » que hace Giorgio Agamben en su libro Lo abierto [1]. La inspiración de esta relectura nace de una curiosa errata que descubrimos en el texto original de H. Ey, y que - siguiendo el aforismo de Aby Warburg, « Dios se encuentra siempre en los detalles » -, nos ha guiado en este comentario.

Podemos dar dos razones principales para leer en contrapunto ambos textos : por un lado, lo abierto filosófico del cual trata el libro de G. Agamben evoca una relación al mundo en la cual encuentra su lugar la angustia del humano de la que habla el Estudio de H. Ey. Por otro lado, la hegemonía de lo que se llama biopolítica en las gobernancias contemporáneas (en las cuales la salud mental tiene un lugar privilegiado) tiende a hacerla desaparecer de la escena del mundo. El encuentro que imaginamos entre H. Ey, psiquiatra humanista, y G. Agamben, filósofo de la post-modernidad, se produce en la intersección de un rechazo común al encierro que introduce la biopolítica sobre la angustia del ser humano.

Biopolitíca, angustia, estrés
Para introducir la biopolítica, distintos autores estudiosos de la noción nos conducen al libro La política, en el cual Aristóteles introduce una distinción entre zoé (« la mera vida » o « vida desnuda », el simple hecho de vivir) y bios (la forma o la manera de vivir propia a un individuo o un grupo). Con esta distinción, el griego confronta y separa el hombre del animal y las plantas. Las composiciones y recompositions de este « conflicto esencial » [1] entre las nociones de humano y de animal es lo que aborda G. Agamben en su libro : el conflicto entre lo abierto y lo no-abierto a través de diferentes consideraciones teológicas, filosóficas, científicas y también políticas. G. Agamben recuerda que los resultados de lo que llama « la máquina antropológica » (la elaboración de la naturaleza humana por la metafísica) se han revelado a menudo decepcionantes, cuando no trágicos, en su incesante búsqueda de lo humano y la paradójica producción de lo inhumano.

La « biopolítica » puede definirse por la incorporación de fenómenos propios a la vida de la especie humana en el campo de las técnicas políticas. Dicho de otro modo, el hecho de « tomar a cargo la vida » por « el derecho » (Michel Foucault dice el poder), cuyas variantes contemporáneas toman la forma del « derecho a la felicidad », « derecho a la salud », « derecho humanitario », etc. En la intersección entre « el cuerpo » y « la población », la mera vida se vuelve el objeto de políticas.

La angustia es justamente una noción que permite sacar a luz - de modo privilegiado para el psiquiatra - el conflicto biopolítico contemporáneo, dado que en ella sobrevive la confrontación histórica entre las humanidades y el cuerpo, entre lo humano y lo animal. Actualmente, la importancia cada vez mayor que se acuerda en psiquiatría a la noción de estrés en detrimento de la angustia traduce de modo inquietante el desvanecimiento progresivo del llamado conflicto histórico. Como dice Slavoj Zizek : « El signo más claro del dominio de la biopolítica es la obsesión por el estrés » [6]. Y la biopolítica contemporánea parece asumir la mera vida como la única tarea « (im)política » [1], lo que parece coincidir con la animalización integral del hombre y la desaparición de su angustia.

La angustia y la condición humana.
Digamos aquí que la preocupación de H. Ey « de ir al fondo de las cosas » le confiere a sus textos un valor heurístico que resiste bien al paso del tiempo. Tratemos de señalar a través de algunas de sus ideas principales en qué puntos su escrito de 1950 encuentra la cuestión biopolítica analizada por el filósofo italiano. El Estudio N° 15 comienza con algunos comentarios sobre la « condición humana » y se termina por un breve comentario en nota de pié de página de un artículo de Günther Stern (primer marido de Hanna Arendt, más conocido como Günther Anders, pseudónimo con el cual firma la mayoría de sus textos posteriores) cuyo título es « Patología de la libertad », que trata según H. Ey de una intrigante concepción marxista de la angustia. Entre ambos jalones se encuentra una cita de Sjören Kierkegaard a la cual H. Ey le presta una atención muy particular y que cimenta el lazo que establecemos entre el Estudio N° 15 y Lo abierto de G. Agamben. Es una cita del célebre libro del danés, El concepto de la angustia : « Si el hombre fuese ángel o bestia, no conocería la angustia » [2]. El interés de H. Ey revela que la problemática de la cual trata el libro de G. Agamben no le es indiferente, y de acuerdo a esta perspectiva, el hombre se encuentra en algún lugar entre cielo y tierra y ese lugar propio justamente es la angustia.

H. Ey no solamente afirma que la angustia constituye « uno de los reflejos más específicos del alma humana »», sino que ella estructura « todos los estados psicopatológicos [2]. Entre el ángel y la bestia de S. Kierkegaard se sitúa entonces el hombre cuyo propio es la angustia y su posibilidad intrínseca la locura. La cita de G. Stern (o Anders) a la que nos referimos es entonces algo más que una curiosidad. Ella deja pensar que H. Ey no desconoce los debates que libran un grupo de refugiados en el París de los años 1930 : el mismo G. Stern, Walter Benjamin, Alexandre Koyré y Alexandre Kojève. El problema que debaten es « el fin de la Historia », entendido como el fin de las tareas históricas que la humanidad se asigna a ella misma : el arte, la filosofía, la política, la guerra. En otros términos, el fin de la Acción y de la Negatividad en la Historia.

El fin de la historia del Hombre trae como consecuencia el interrogante sobre la naturaleza del animal humano post-histórico, un ser integralmente consagrado a su felicidad y por lo tanto desprovisto de angustia y de negatividad existencial. El tema es ásperamente debatido entre A. Kojève y Georges Bataille, y en la lectura del libro de G. Agamben podemos divertirnos con toda la carga de ironía de sus elucubraciones [1]. Imaginamos que H. Ey, el psiquiatra humanista que combate con todas sus armas intelectuales contra la noción de « la muerte del hombre » que le atribuye a M. Foucault, no tiene la menor simpatía hacia esa idea. Y sin embargo, esta marca de su interés revelada en la errata, es lo que nos permite imaginar un encuentro posible con G. Agamben, quién por su parte no manifiesta ninguna simpatía por la biopolítica.

Angustia y esquizofrenia
¿Qué relaciones podemos establecer entre este universo un poco esotérico, y el a priori tan alejado mundo terrenal de la psiquiatría ? Tomemos muy brevemente el ejemplo de la esquizofrenia y veamos que brechas se abren en las teorizaciones clínicas en psiquiatría. Debemos constatar la total ausencia de la angustia en los criterios diagnósticos de la esquizofrenia del DSM. Ello marca una diferencia conceptual mayor con lo que propone el Estudio de H. Ey quien afirma con énfasis que la angustia está indisolublemente ligada « bajo sus aspectos de discontinuidad, de ambivalencia y de irregularidad, a los trastornos más profundos del pensamiento esquizofrénico » [2]. Para H. Ey, no se puede pensar la esquizofrenia ni su clínica sin pensar la angustia. En contraste, se puede deducir que el esquizofrénico « post-histórico » que emerge del DSM no sabe nada de la angustia. Notemos que al mismo tiempo que la angustia se evacúa del pensamiento psiquiátrico, surge un interés creciente por la noción de estrés, no solamente en la esquizofrenia [3], si no de modo cada vez más penetrante en el conjunto de la llamada salud mental. En todos estos cambios de perspectiva podemos percibir como se desdijuja el rostro del « Hombre histórico » y ver aparecer en su lugar un animal humano cada vez más parecido al animal de laboratorio (que recordemos, no es otra cosa más que un animal humanizado).

La angustia : entre zoé y bios (lo humano vs. la animalidad del hombre)
Continuando desde esta perspectiva nuestro comentario, abordemos un aspecto esencial de la clínica de la angustia, que se borra cuando la referencia principal es el estrés : las relaciones entre zoé (la mera vida de los griegos) y bios (la forma-de-vida de G. Agamben). El Estudio de H. Ey aborda de frente la problemática brecha que separa al cuerpo del mundo, lo que nos permite entender mejor la sorprendente identidad especulativa que se lee en su texto : el problema de la angustia reúne bajo su pluma al espasmo gástrico, la constipación, el sudor, etc., como manifestaciones del cuerpo angustiado (zoé), junto a cuestiones existenciales como la libertad, el compromiso en un proyecto o la creación, en los cuales el humano se enfrenta al abismo de su mundo (bios). El hombre sería para el catalán la forma de vida en la cual lo más sublime se anuda y se confronta a lo más bajo, y la angustia se revela como el afecto propiamente humano situado entre la intimidad más animal del cuerpo y el ser-en-el-mundo de los filósofos.

No quedan dudas de que H. Ey piensa y construye así su clínica, ya que no cesa de confrontar lo que llama los « accidentes corporales » de la angustia, « localizados en tal o cual « lugar afectado » del cuerpo », con los « sucesos catastróficos tomados en la masa de un mundo » [2]. Se abre así un campo clínico en el cual la « angustia vivida » se anuda a la « angustia hablada », constituyendo así los dos extremos que lo delimitan. Por un lado « su límite inferior », el angor o la constricción, en la cual la angustia es meramente « vivida como un « simple » dolor », lo que H. Ey llama « la ansiedad somática real ». El otro límite, que se opone y se confunde al mismo tiempo, lo constituye la angustia hablada, aquella que se manifiesta como « una conmoción total de la existencia pasada, presente, futura y aún posible » [2]. Ambos aspectos formando parte de un solo y mismo problema : el cuerpo, el lenguaje y el tiempo. En los intervalos así creados, H. Ey despliega en el Estudio su arte de clínico. A partir de esta contradicción propia a la noción de angustia, H. Ey revisa e interroga sus manifestaciones en cada una de las formas psiquiátricas (neurosis, psicosis, trastornos de la personalidad, etc.), explorando minuciosamente las relaciones existentes entre la discontinuidad (la crisis) con la continuidad (la organización), entre lo agudo (el angor) con lo crónico (la constitución), de lo vivido en el campo de la consciencia (la sincronía) con la construcción histórica de la personalidad (diacronía). Una suma considerable de textos psiquiátricos, neurofisiológicos, psicoanalíticos y filosóficos, son convocados y encuentran allí su lugar.

El Estudio permite ver surgir la angustia como la juntura entre la « mera vida » y el « Dasein », entre el cuerpo biológico y lo que H. Ey define como « aquello que es lo más nosotros mismos ». Ella se ve así diferenciada irremediablemente de un simple disfuncionamiento de la animalidad humana con respecto a su medio, como lo supone en cambio la noción de estrés [3]. Ella es la « consciencia de nuestra naturaleza y de nuestro destino », dice H. Ey, que se expresa « a través de los dispositivos que representan en nuestro organismo los caracteres de la especie a la cual pertenecemos y que por el gozo, el dolor y la pena toman una figura humana » [2]. Retengamos de esta frase, que permite muchos comentarios, que la angustia aparece así como el operador entre la naturaleza y el destino.

La angustia : operador de la relación del hombre y el mundo
Si para H. Ey la angustia expresa a través del dispositivo del cuerpo humano la relación que le es específica con el mundo, no puede sorprendernos verlo recurrir junto a G. Agamben a Martin Heidegger, citado varias veces en el Estudio. G. Agamben comenta en Lo abierto la tesis de M. Heidegger según la cual « la piedra es sin mundo », « el animal es pobre en mundo » y « el hombre es formador de mundo » [1]. Una de las ideas centrales del libro es mostrar de qué modo M. Heidegger elabora las ideas del zoólogo Jakob Von Uexkull [5] sobre el « mundo humano » y los « mundos animales », ideas elaboradas al mismo tiempo en que los refugiados parisinos a los que nos referimos antes elucubran sobre el fin de la historia. Para M. Heidegger un stimmung, « el estupor », define la relación que el animal establece con su medio. Esta relación « pobre en mundo » es la que se encuentra presupuesta entre el estrés y los estresores (llamados también life-events, según una terminología en voga) : en el medio del animal existe una estrecha unidad funcional entre una serie determinada de elementos « portadores de significación » y los órganos perceptivos, encargados de percibir la marca y de reaccionar a ella. H. Ey no deja escapar este aspecto en su Estudio cuando comenta el « espanto [con que] ciertos fenómenos meteorológicos afligen a los animales » [2]. Pero cuando se trata de los humanos, H. Ey muestra que la relación no se establece con el medio sino con el mundo, y el stimmung que señala la apertura original del ser humano al mundo es la angustia. Lo abierto constituye para M. Heidegger esa relación esencial entre el ser y el mundo [1]. Y el mundo humano, tal como aparece en el Estudio de H. Ey, es un mundo de proyectos, de imaginación y de « abismos del tiempo » [2]. El medio animal y el mundo humano aparecen entonces como irreductibles, a menos de proceder a « una monstruosa antropomorfización del animal [...] y a una animalización correspondiente del hombre », según la frase que acuña M. Heidegger [1].

La angustia y el terapeuta
H. Ey afirma que « la angustia está al centro de nuestra existencia » [2], lo que vuelve legítimo cuestionar en qué medida no se trata solo de un problema teórico filosófico y en qué medida ella concierne al psiquiatra cuya tarea es clínica y terapéutica. H. Ey dice incluso que si « para la mayor parte de los autores [...] la psicopatología de la ansiedad puede detenerse » al abordaje de las formas mórbidas, allí comienza para él el estudio específico de la angustia del humano. La distinción entre « ansiedad mórbida » y « angustia humana » es la respuesta que propone en su Estudio. No dejamos de encontrar un eco con la distinción que elabora recientemente el psicoanálisis lacaniano entre « angustia constituyente » y « angustia constituída » [4]. En ambos casos, tratar la angustia o « desangustiar », no equivale a suprimir el estrés. La articulación del Estudio N°15 demuestra que no hay en él ninguna proposición para « curar la angustia », ningún « punto cero », ni equilibrio homeostático. La operación terapéutica fundamental, implícita en su construcción, consiste en pensar una transformación de la angustia que, del obstáculo del laberinto y del angor, pueda abrir sobre lo abierto, o según los propios términos de H. Ey, conduzca a la angustia como « emoción de lo posible », núcleo « inmanente a la naturaleza humana » [2]. Lo que en la antropología humanista que es el marco constante de su pensamiento, H. Ey enuncia con una cita de S. Kierkegaard que califica de « fulgurante » : « La angustia es la realidad de la libertad como posibilidad que se ofrece a la posibilidad » [2].

Conclusión sobre lo abierto y la angustia
La curiosa errata de la que partimos en la relectura del Estudio de H. Ey a la luz del pensamiento de G. Agamben nos permite inventar pasarelas inesperadas entre dos pensamientos destinados a priori a permanecer en regiones separadas : la obra de un médico humanista que recoge una tradición histórica y la de un filósofo crítico de la post-modernidad. Le encontramos un cierto interés en un momento en el cual esta extraña operación que pemite pensar la idea de biopolítica parecer ser la tarea política suprema. Si como lo afirma con ironía G. Agamben, la idea hegelo-kojeviana de « fin de la Historia » nos señala la clausura contemporánea de lo abierto, la asunción de la mera vida biológica emerge como la última tarea que la humanidad se asigna a sí misma : « genoma, economía global, ideología humanitaria » [1]. Y si el animal humano post-histórico debe dedicar sus fuerzas a « lo que vuelve contento al hombre » [1], la angustia debe desaparecer. Desde esta perspectiva, parece natural utilizar todas las fuerzas tecnológicas para reducirla. Sin embargo, este borramiento de la angustia no se produce sin dejar un resto : el estrés, lo que a su vez necesita nuevas invenciones técnico-políticas para reducirlo. En este universo, el lugar de una psiquiatría cuyo afecto primordial es la angustia se retrae hasta desaparecer. En el punto en el cual G. Agamben nos señala que « la humanización integral del animal coincide con una animalización integral del hombre » [1] cobra fuerza el interés de reeditar los Estudios y de leerlos contra el fondo de problemáticas actuales. Ya que en definitiva lo que H. Ey nos recuerda es que la angustia que presenta su Estudio no es reductible ni a « una simple excitación de los centros de expresión » del cuerpo, ni a una pura génesis de las « situaciones del medio ». Ella « comienza » precisamente cuando ya « no la definimos por los condicionamientos que vuelven « normalmente » ansiosos a bestias y gentes... » [2].

BIBLIOGRAPHIE
1) Agamben G. L'ouvert. De l’homme et de l’animal (2002), Rivages Poche, Paris, 2006. [Tr. cast. Lo abierto. Del hombre y del animal, Editorial Pre-Textos, Valencia, España, 2005].
2) Ey H. Etude N° 15 : L’anxiété morbide (1950), Etudes psychiatriques, vol I, tome II, Centre de recherche et édition Henri Ey, Perpignan, 2006, pp. 379-426.
3) Ingram R., Luxton D., Vulnerability-Stress Models, in Hankin B.L., Abela J.R.Z., Development of psychopathology. A vulnerability-stress perspective, Sage Publications, 2005.
4) Miller J.A, Angoisse constituée, angoisse constituante, © lacan.com, 2004.
5) Von Uexkull J., Mondes animaux et monde humain (1934), Editions Denoël, Pocket, Paris, 1965.
6) Zizek S. The parallax view, Massachusetts Institut of Technology Press, Cambridge, 2006. [Tr. cast. Visión de Paralaje, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006].

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