martes, 17 de abril de 2007

Mesa redonda sobre psicoanálisis y pornografía

MESA REDONDA: EL PSICOANALISIS ANTE LA PORNOGRAFIA

CENTRO CULTURAL ISLAS MALVINAS – ABRIL DE 2003 - LA PLATA

DOS PARA EL TANGO, TRES PARA EL PORNO*


Emilio Vaschetto

Voy a comenzar con la idea de que lo pornográfico es un discurso, por lo tanto emite enunciados. Es la cuestión actual que mencionó anteriormente Aníbal Izurieta, del discurso de la publicidad y los medios masivos de comunicación. No sólo con la llegada a los hogares del cable y los llamados –graciosamente canales de sexo “codificado” como el Venus- sino también los reality; la idea de que todo puede mostrarse.
A propósito de éstos, hay un libro que salió hace un par de semanas de Fernando Andacht[1] que analiza el fenómeno Gran Hermano. Comenta ahí un episodio, sucedido en esa casa de aislamiento escoptofílico, donde una chica (la “Colo”) sin mediar palabra alguna se mete en la cama de uno de los muchachos (un tal Gustavo) y lo que se sucede no deja lugar a dudas ni interpretaciones. Los gemidos de la joven, sumados a los movimientos serpenteantes denunciados por la cámara infrarroja son subtitulados... La escena dura unos cuatro minutos y lo curioso es que esto pasa en pleno horario central de la TV, en el “canal de la familia”! (Telefé) anunciados por la histriónica conductora como “picante, picante”.
Un discurso, decíamos, que crea lazos (es el registro imaginario -que no es necesariamente la imagen-) pero que no cuida las formas. Lo pornográfico son las fotos mal sacadas (como menciona G.García en la mesa redonda que estamos parodiando[2]), lo feo, lo obseno, son las escenas relatadas de abordaje de los orificios naturales, son las mostraciones desvergonzadas de aquello que falta.
La vergüenza, justamente, aquella pasión que hace lazo y que mantiene a distancia lo público de lo privado. Distancia que está, al menos en apariencia, sorteada en lo pronográfico.
Decimos también que es un discurso, un discurso del objeto parcial, lo cual no es nada raro de entrever puesto que queda expuesto en el montaje mismo de una escena: la dama en primer plano gimiendo, otro primer plano del falo entrando en la vagina, nuevamente otro primer plano del falo saliendo y eyaculando. Toda la maqueta está gestada en pos de un placer supuesto. La mujer que mira a la cámara abriendo las piernas haciendo de soporte de la mirada de la audiencia. Los órganos sexuales de los actores, que muestran más carácter que sus propios rostros. Las venas distendidas de los falos hablan de la integridad de un corazón trabajador, pero en los rostros hay muy poco contenido específico.
Una película que recuerdo cuando era chico que se discutía acerca del carís porno fue El último tango en París. Nunca logré verla, aunque algún amigo me la contó con lujo de detalles. De todos modos, curioseando la biblioteca de mis padres –y vean allí algo de lo pulsional- me encontré con el libro. Al final de éste hay una entrevista que le hace la revista Time a la protagonista, Mary Schneider, dijo: “Nunca lo hicimos en escena. Jamás sentí atracción sexual por él ... ya sabes que tiene casi cincuenta años y –se pasa la mano por el torso hasta el diafragma- es hermoso hasta aquí”.
Es bien cierto, que sabiendo la ausencia de un coito real, el contexto de observación se modifica y rápidamente uno se percata de que están simulando, de que hay algo anormal en la forma en que acaban y se separan. Es demasiado estilizado.
En dicha película lo esencial es la estructura de la experiencia: sencillamente es un affaire anónimo y clandestino el cual podría tener cualquier espectador. Dos personas van a hacer el amor en una habitación de un departamento vacío hasta llegar a un reconocimiento trascendental o una muerte de ellos mismos.
Lo patético del discurso pornográfico es que el sujeto va enunciando lo que hace, mientras que por otro lado, desaparece en lo que dice. Si en la película Paul (Brando) le “rompe el culo” (frase textual) a Jeanne (Schneider), más bien le rompe el orgullo familiar de mujer burguesa.
Por otra parte, en su afán de mostrar todo, el discurso pornográfico no hace más que demostrar el divorcio entre narración y acto y la utópica unidad corporal (queda demostrado en montajes porno del tipo orgiásticos). Para el porno hacen falta tres. Allí donde en esa habitación tenemos a los amantes en una relación casi epistémica debemos agregar la mirada del Otro.
Naturalmente se propone como un saber sobre aquello que se presenta como traumático y poco natural en el sujeto humano. Lo que vela en realidad es la no relación sexual. Que no significa que las parejas no vayan a la cama, por el contrario, quizás sea el encuentro con el otro sexo lo que certifique lo irrepresentable de la relación sexual. Es lo que nos provee la porno-grafía, no cesa de escribir la relación sexual, no deja de instalar aparatos de goce escópico para demostrar, en realidad, la ausencia de complementariedad. Discurso de lo parcial del objeto, de la fragmentación corporal -ridiculez incluida.
Sólo dos en una habitación, bailando o copulando no hacen al porno. Es lo que Masotta llama erotismo o relación intersubjetiva. Es preciso la introducción de Otro, un tercero, la mirada, para que el placer mismo –inocente, privado y sin interrupciones- sea siempre imposible.
El sexo en sí es exhibicionista puesto que se apoya en la mirada del Otro[3], el sexo es pornográfico (frase textual referida por la actriz de la película Une liason pornographique comentada por Fátima Alemán).
Volviendo al Ultimo tango... vemos de qué manera el velamiento de las escenas de penetración alimentan el costado fantasmático del protagonista (Brando). Se sabe que el grueso del guión fue improvisado por él, sobre todo las escenas más procaces y las más audaces.
El coito real queda así subsumido por una estética escatológica bajo el cristal de Paul-Brando rechazando aquella materialidad, preparando el montaje para una satisfacción inútil. La mujer, ubicada en posición de objeto, presta a exhibir su castración; la mirada videoscópica del receptor, será quien decida acerca de la significación...

* Este escrito corresponde a un resumen de la desgrabación de la charla.
[1] Andacht Fernando, El reality show: una perspectiva analítica de la televisión, ed.Norma, 2003.
[2] Mesa redonda: El psicoanálisis ante la pornografía (Barcelona, 1977), Revista ConceptualNo.3, Año 2003.
[3] Zizek Slavoj, El acoso de las fantasías, ed. Siglo XXI, 1999.

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