jueves, 22 de noviembre de 2007

"Algunas puntualizaciones sobre la RED ASISTENCIAL "

Guillermo A. Belaga, Director de la EOL, Presidente de la Red Asistencial.

Introducción.


Hasta hace pocos años, los efectos eran considerados en nuestras discusiones clínicas como algo producido “por añadidura”1. Una de las principales consecuencias del ataque que sufre el psicoanálisis, principalmente, en EEUU y Europa, ha sido la de haber obligado a la AMP a prestar atención y formalizar los casos, en forma más precisa, en torno a las soluciones que se le brinda a los sujetos que se dirigen por su sufrimiento al psicoanálisis.


En esto, ha tenido mucho que ver el impulso dado por J.A. Miller para volver a pensar el psicoanálisis en su aplicación a cuestiones terapéuticas. Alentando al mismo tiempo a las Escuelas al fortalecimiento y creación de Instituciones, que alojen el síntoma desde esta nueva articulación clínica y política.


Se podría decir que en la EOL este movimiento institucional ya se había iniciado con la fundación de la Red Asistencial, y que ahora puede cobrar fuerza en sintonía con estas iniciativas.


En suma, la Red Asistencial de la EOL, el CIEC de Córdoba, y contemporáneamente PAUSA, se fundan en una época donde el campo “psi” en general empieza a posicionarse frente a los nuevos problemas y malestares contemporáneos, producidos -como describen los cientistas sociales- por la precarización generalizada de la vida y la “individualización salvaje”.


Esta lógica de mercado, se tradujo en un nuevo higienismo que pasó a cuestionar la autoridad terapéutica del psicoanálisis en general. Así sobre este diagnóstico, sobre esta lectura de los fenómenos sociales, y de cara a la sociedad, se empezó a elaborar una respuesta a la pregunta sobre las posibilidades y límites que se encuentran en el tratamiento del sufrimiento.


Acertadamente, el nombre de red asistencial con que se bautizó el dispositivo, viene a sumarse a las muchas “redes sociales” que surgieron a partir de los 80-90 como una alternativa a la experiencia de la fragmentación del Otro.


Esta misma terminología también es usada corrientemente por la psicología social o crítica, cuando se plantean alternativas de reconstrucción de la persona frente a la medicación solamente, y/o a una escucha “mercantilista”.


Pero, el uso del sintagma “red asistencial” alcanza a distinguirse de estos discursos, al proponer una pragmática que sigue la enseñanza de Lacan, que explica hasta dónde lo simbólico puede y no puede transformar a través de una praxis un real-imposible2.


Entonces, nuestra acción se desarrolla en el marco de lo que la técnica y la globalización económica producen: la “incertidumbre fabricada”, el pánico, las realidades ansiógenas, los sujetos sin referencia, etc. Así, lo importante es adecuar los dispositivos asistenciales para responder al trauma generalizado3; sabiendo además, que la tendencia natural de los individuos cuyos imaginarios de seguridad están cuestionados y/o se han desmoronado, es inclinarse por encontrar su punto de capitón en los mitos científicos, neurobiológicos, en pasiones narcisistas, y en la ferocidad del superyó que manda a todos a consumir.


Al respecto, J.A. Miller ha mostrado con el “efecto otaku”4, como los sujetos encuentran una pacificación a través de “identificaciones débiles”, que le dan la certeza de “dominar” su existencia. Se trata de bionarraciones mínimas, alrededor de un campo muy restringido de significantes.


En el campo social, las “redes” –conformadas principalmente por el Estado, y/o lo que se denomina el tercer sector- intentan brindar ante la inconsistencia del Otro, algún tipo de identificación y alojamiento para el individuo moderno. Algunas pueden resultar interesantes en su funcionamiento, sobretodo las que tienen la práctica del “pequeño grupo” con su lógica colectiva basada en identificaciones horizontales. Otras no lo son tanto, como los grupos de padres de pacientes con diversos trastornos psiquiátricos, que ven reforzadas sus “certezas” por la acción de la industria de los psicofármacos y los mass media, derivando en una mayor imposición de la lógica del mercado sobre el campo de los “psi”.


Sin embargo, más allá de estos usos, el término “red” cuenta con un reconocimiento social.


Desde este punto de vista, la Red Asistencial en relación a la Sociedad, puede también ser otro de los “nombres del padre”, que orienten la existencia de los sujetos. En este sentido, como sabemos el Nombre del Padre funciona como S1, y como tal puede hacer legible lo traumático, puede dirigir los dichos iniciales del sujeto a los fines de su pacificación.


En definitiva, la llamada “transferencia institucional” se establecería a partir del uso del S1, ya que al estar en la serie de los nombres del padre, puede también tener el estatuto del significante de la transferencia. De esta manera, el significante “Red Asistencial” en la entrada, establecería la posibilidad -siempre contingente-, para un recorrido analítico; que con el tiempo puede devenir para un sujeto en un saber sobre los significantes que lo alienan, y eventualmente sobre sus modos de goce.


Asimismo, se sabe que la angustia no puede ser suplementada suficientemente por el Nombre del padre, que la cura implica efectos de creación. Por lo que finalmente, la aplicación del psicoanálisis desde este dispositivo de asistencia, se sitúa en la pragmática que se desprende de la frase lacaniana “prescindir del Nombre del Padre, a condición de servirse de él”.


Con respecto a las consideraciones sobre el Sujeto Supuesto Saber, éstas deben reformularse una y otra vez como parte de la extensión de la Red Asistencial, y por ende la de la Escuela, en tanto se trata de que si el psicoanálisis existe en la Ciudad, es por sus analizantes.


En este sentido, todavía resta construir un campo transferencial mayor para la Red Asistencial, recurriendo a convenios y acuerdos, que haga efectivo su lugar dentro de la serie de las redes sociales. Ya que el psicoanálisis funciona ubicando lo particular del caso a partir de una construcción e inserción en un discurso universal -que siempre tiene sus tiempos y lugares según las épocas-, y no a la inversa. Situando lo necesario, lo que “paratodea”, se podrá luego ubicar lo real sin ley, como exceso traumático.


La acción en la Ciudad.

La Red tiene dentro de sus fines hacer una política hacia la Ciudad.


Al respecto, Paul Virilio, un importante teórico de la Ciudad, ha bautizado a la misma como “Ciudad pánico”. Así, afirma que es el lugar del cuerpo social, el lugar de la gente que la habita, y define: “trabajemos en la ciudad, y trabajaremos en la política”. Para este urbanista, la ciudad es la mayor política de la historia, y el cuerpo del hombre es la referencia de su hábitat. Me parece una interesante manera de situar lo que llamamos el Otro, y el goce del cuerpo propio.


En este sentido, la clínica actual se define por el modo en que funciona el Otro, sobre el trasfondo de que el Otro no existe, está fragmentado; con lo cual surge la pregunta sobre dónde está el límite, dónde lo prohibido, cuestión que lleva a definirlo uno por uno.


Asimismo, cada época y sus ciudades, se definen por su afuera, por su cerco, por sus estrategias de cierre, sus juegos de apertura.


Acaso, ¿no es esto lo que piensa la Red Asistencial cada vez? Los juegos de apertura, sus estrategias de cierre en relación al Otro del psicoanálisis que llamamos Sociedad.


Además, a la apertura y al cierre podemos agregar un tercer término también extraído de la teoría de las ciudades: el lugar de los trayectos. Entonces tenemos tres términos a considerar: apertura, trayectos, y cierre.


A los mismos el psicoanálisis puro los ha definido: la apertura, la entrada, es el bien formalizado algoritmo de la transferencia; en cuanto al trayecto es menos preciso en cuanto a su formalización, y por último, aún más problemático es el final de análisis, donde ya hemos descubierto que no hay el pase perfecto, que es muy difícil definir el algoritmo de salida.


Sin dudas, mucho se ha escrito sobre apertura-trayecto-cierre desde el psicoanálisis puro. Ahora, ¿cuáles son estas coordenadas para el psicoanálisis aplicado en la época de la demanda de los efectos terapéuticos rápidos? Podríamos formular algunas pistas, algo que empezamos a trabajar en las reuniones mensuales con los admisores y los coordinadores de los grupos de investigación, tratando de definir una clínica de la admisión.


A la Apertura, la hemos llamado en la Red: clínica de la admisión.

En principio, para nuestra investigación, tenemos algunas coordenadas siguiendo con las metáforas de las ciudades, por ejemplo la definición de J. Lacan: “el inconsciente es Baltimore al amanecer”. De este modo encontramos que apela a la figura de la ciudad, para definir el inconsciente como pulsación, como apertura y cierre, a diferencia de S. Freud que lo creía como destino -como lo necesario-. Esta distinción conceptual, es fundamental, dado que cambia completamente la posición de la admisión si se piensa que el inconsciente es un destino o es apertura y cierre.

Entonces, el inconsciente definido por Lacan, es una topología espacio temporal, y en consecuencia corresponde, como apuesta, darle un lugar.


En este sentido, el juego de la apertura, va más claramente contra el individualismo moderno, más proclive al rechazo del inconciente que al amor de transferencia.


Así, al permitir hablar se construye un lugar y un tiempo, dos nombres del Otro. Con esto-como primer gesto-, ante el vacío pánico, y el sin-sentido de quienes consultan, se reconstituye como funcionaba el Otro para el sujeto.


La Red Asistencial, PAUSA, el CIEC, en suma el Proyecto Asistencial de la EOL, no pueden olvidar este horizonte, en la época donde los mitos biológicos difundidos por los mass- media se ofrecen como punto de capitón, como sentido, para las personas.


Una segunda pista en relación a esta apertura, en la época del Otro que no existe, -como ya fue mencionado- es el hacer uso del Nombre del Padre, que constituye una manera, sólo una, de situar al significante amo que orienta la ex-sistencia. Por lo tanto, en la apertura también se deberá hacer legible un significante amo, en los términos que lo entiende J. A. Miller: “el S1 es el significante en nombre del cual yo hablo”.


Al respecto, se podría afirmar que en la clínica de la admisión se verifica que lograr la legibilidad del S1, pacifica.


La trayectoria, es conceptualizable desde los modos de uso del significante amo. Al respecto, podríamos diferenciar que hay un modo de uso del S1 en términos de identificación, y otro modo de uso del S1 con fines de goce. En este sentido, identificarse no encierra ninguna “epopeya”, si por este término se entiende el esfuerzo de tejer una narración a partir del sin sentido; la “epopeya” consiste en hacer un esfuerzo de poesía, un esfuerzo de hacer significar más allá del hecho en bruto.


Ahora, esta argumentación, nos lleva al tema del dinero. Porque a partir del hecho de que vamos a orientar el uso del S1 con fines de goce, surge una pregunta: ¿quién goza en la operación analítica, como “epopeya”?

Evidentemente por como está planteado el dispositivo analítico, no debería ser el analista. El goce en esa operación no es el beneficio del que escucha. Así, el hecho de que se le paga al analista, basta para indicar que el goce está del otro lado, del lado del que habla.


Este es el valor del pago, conforme a los principios del psicoanálisis, el mismo asienta el hecho que el analizante goza del significante, y en consecuencia, el S1 puede ser orientado con fines de goce.


Asimismo, el dinero también se articula con la Ciudad, con el valor de uso y la mercancía. Orientar con fines de goce no debe hacer perder de vista que la Red es de la Escuela de la Orientación Lacaniana y por lo tanto ella debe cuidar su agalma y no debe ser devaluada para la Sociedad.


Simultáneamente, con estas consideraciones, el juego de la apertura y el trayecto se deben ajustar al objetivo de la accesibilidad al tratamiento, a posibilitar al mayor número posible de sujetos a hablar, a ser analizantes, ya que en definitiva el psicoanálisis son sus analizantes, y la Red es una parte fundamental de la Utilidad Pública de la Escuela.


Por último, arribamos al cierre: siguiendo con la definición que el ser analizante envuelve el significante y el goce, llegamos a un punto incierto, no porque los otros estén más claros. Pero convengamos que investigando las salidas del tratamiento, ya podemos constatar algunas respuestas que demuestran que a los sujetos se les ofrece un encuadramiento del S1 y el objeto a, que permite efectos terapéuticos de plus de vida, sobre la mortificación.


Conclusión.


Para finalizar, es un hecho que en sus Jornadas, en ateneos, en los seminarios de enseñanza, en las numerosas presentaciones clínicas en Encuentros, la Red Asistencial ha tenido efectos uno por uno, y en la comunidad clínica.


Sin embargo, esto no debe dar lugar ha disminuir los esfuerzos por desarrollarla aún más. Mucho dependerá de las transferencias al psicoanálisis que se generen en la Ciudad, pero también de su presencia en la lógica colectiva de las Escuelas.


En este sentido, el psicoanálisis aplicado y sus políticas, encarnados en la misma y en los centros de atención, están íntimamente conectados a como se piensa el psicoanálisis puro y sus principios, y a las maneras en que el real del grupo analítico es tratado cada vez, en la Escuela.


Para esto, Lacan inventó el dispositivo del pase. Lo que implica pensar siempre una torsión, una topología entre la elaboración de lo que es un analista, y el modo en se espera que la Red como comunidad clínica en torno al psicoanálisis aplicado, pueda desplegarse en una comunidad.




Apertura Jornadas de Córdoba: Anónimos y Afectados (Junio 2007)

Actualmente, encontramos una coincidencia especialmente con las ciencias sociales, en que existe una particularidad en las patologías de los lazos sociales como efecto de la movilización general de la subjetividad, que impone el capitalismo global en la civilización. Las identificaciones líquidas de Bauman, la sociedad del riesgo de Ulrich Beck, la ciudad pánico de Virilio, entre otros, coinciden en que los lazos se fragilizan.
Vivimos la época de la “destotalización”, en la que el discurso capitalista promueve sujetos sin referencia, dispersados, desarraigados. Y en función de esta máquina, se reconstituyen alrededor de zonas restringidas de certezas, con “identificaciones de nivel más bajo, menos costoso, que supone un esfuerzo de creencia menor, una reconstitución de comunidades inestables”.
Al respecto, no debemos obviar, que estas identificaciones débiles, este “individualismo de masa”, se acompaña por una decisión subjetiva que las consolida. Con lo cual, la existencia de algunos sujetos se puede sostener fantasmáticamente, hasta que la misma ya no resulta una suplencia suficiente para afrontar la angustia, desencadenada cuando descubren que en el lugar del Otro hay un agujero.
Acontecimiento, en que se puede abrir la pregunta de ¿cómo ubicarse en el mundo sabiendo que las identificaciones a las que se pueden recurrir no salvan de la angustia ni de la tiranía del superyó de la época?.
Tanto, J.A. Miller como Eric Laurent, han hecho referencia a la crisis del narcisismo que describe la sociología. En este sentido, Graciela Musachi en las pasadas Jornadas Anuales de la EOL, citaba a Miller, diciendo que es una ilusión pensar que en la edad de la ciencia es posible consolidar las identificaciones. Ya que el discurso de la misma: “corroe, arruina, desplaza, suplanta los significantes amo”; lo que genera rechazos “que producen pasiones identificatorias, mucho más intensas que cuando el discurso del amo ordenaba las cosas”.
Asimismo, junto a Laurent han señalado en la época del Otro que no existe, “las múltiples tiranías del narcisismo yoico y su modo de goce”.
La experiencia nos indica que el rechazo que produce intensas pasiones identificatorias y la tiranía del narcisismo yoico y su modo de gozar, se presentan en todos los ámbitos sociales. Sólo mencionaría como ejemplo, las dificultades que afrontó el curador español encargado de seleccionar a los artistas de su comunidad, para representarlos en la Bienal de Venecia. Tarea que -según relata en un reportaje-, le hizo llegar a la siguiente conclusión: estamos en la época del “fetichismo de los nombres propios”.

También, en otra parte de su curso, Miller cita a un economista político que describe el narcisismo social propio de la globalización, que bascula entre el anonimato de masa y el deseo de celebridad, inducido por el objeto mediático. Lo que explica la pregunta actual sobre: “¿Cómo llamar la atención?”.
Ahora, dejando el nivel de la sociología para situarnos en la clínica, el psicoanálisis realiza un replanteo del narcisismo actual, entendido como una pasión del yo por reconocerse en sus objetos.
Como ya saben, la clínica clásica que respondía esencialmente a la estructura de la sexuación masculina, del todo, ahora ha virado hacia la otra vertiente, la del no todo. Por lo tanto, hoy resulta fundamental en la lógica de la cura, en la construcción del caso, situar una clínica psicoanalítica de la posición femenina.
El goce fálico, propio del lado masculino es un goce situado, localizado, fenomenológicamente enumerable en elementos discretos, -separados-. Es esta condición, lo que lo hace afín a la posición de alineación, que describiera Lacan en el 67 -que conlleva un rechazo del inconsciente-. En tanto en sí mismo tiene afinidades profundas con un goce del significante, dado que los significantes son elementos también discretos.
Posición de Alineación, que se ve fortalecida actualmente con el hecho que el sujeto compulsivamente se debe reconocer en la imagen del yo, en el lazo entre el yo y el cuerpo.
En cambio, el goce femenino no es el goce del significante, se presenta en caracteres muy diferentes, precisamente suplementarios. Es un goce que tiene la potencia de lo continuo, de lo masivo y no de lo enumerable. Por eso, si puede pasar al dicho de alguna manera, es mediante metáforas de invasión, envolventes, acuáticas: de oleadas, inundación, y también de hundimientos.
Acorde con los cambios de la época, hallamos en la clínica cotidiana descripciones centradas en la relación con la madre, o en el narcisismo, en una relación de particular consistencia de la significación fálica.
Casos, que como recuerda Miller, antes se los ubicaba en la jerarquía anterior, en el registro preedípico, y que ahora cobran independencia. Son patologías donde se comprueba la menor efectividad de la metáfora paterna, y la pluralización de los S1.
En estas circunstancias, es clave pensar el goce femenino por el hecho que no entra en el orden de lo simbólico, que cuando se desencadena no respeta nada, ni siquiera los semblantes oficiales. Y sobretodo como amenaza para la Identificación subjetiva, para la alineación significante.
Sabemos, que este lado de la lógica de la sexuación es un problema tanto para hombres como para mujeres, ya que como ha afirmado Lacan, ambos se representan el sexo por el simulacro fálico. Pero, en este punto me interesa detenerme en un detalle clínico, como es el rechazo de este goce por parte de algunas mujeres.
Cuestión que se vislumbra claramente en la cultura, cuando las mismas “ruegan” a los hombres ahorrarles sus elucubraciones sobre el Otro sexo, sus misterios. Y así, como en los feminismos, ellas pueden hablar por sí mismas, considerarse como el segundo sexo más que como el Otro sexo.
Estas posiciones donde la identidad sexual se intenta sostener sólo por la identificación del goce bajo un símbolo o un significante único, se encuentran en los debates sobre género, y los diferentes movimientos gay, lésbico, transexual, etc.
En este sentido, el relato de un caso clínico puede ilustrar la imposibilidad que encuentra el que intenta recubrir totalmente la sexuación, por la vía de este tipo de identificaciones.
Se trata de una viñeta de una joven que presenta como datos significativos, un vínculo con su madre que toma, no el padecimiento de la angustia, sino otra modalidad también estragante, como resulta el supuesto de que la Madre encarna la verdad, que todo lo sabe. Así, describe que “es su confidente, todo lo habla con ella. Le cuenta los pormenores de sus encuentros, sus pensamientos, sus crisis existenciales”. Y a su vez, escucha con avidez las experiencias de ella, sus consejos, también sus quejas, sus reproches (sobre todo hacia los hombres, en especial hacia su padre).
En el mismo sentido, su madre fue la primera a quién le confesó su homosexualidad.
Su historia es que ya desde niña su hermano mayor ha sido su “objeto de admiración”. Recuerda que a los 5 años, se sintió atraída por una vecina, muy linda, tan linda como el hermano, y trató de entusiasmarla con éste para captar su atención; dice que “era la versión femenina” del hermano. El entramado de su vida sexual, se esclarece sabiendo que este joven siempre ha sido el centro de atención de su madre. Es para ésta una solución, evidentemente el hijo varón que encarna al objeto fálico.
En cuanto a su condición erótica, la paciente responde que le atrae un rasgo muy específico: se trata de “una mujer con pantalón”. Es decir, debe tener una apariencia manifiestamente masculina, responder a un semblante “poco femenino, más varonil” y en particular, actuar de acuerdo a lo que ubica como “posición activa”, siguiendo la antigua convención que asocia masculino- femenino, con activo-pasivo. Debe tomar el control de la situación y la iniciativa, tener poder de decisión, en suma, reunir los atributos narcisistas con que también se identifica esta joven.


Pero, en un tiempo de locura, irrumpe un obstáculo, un límite, que lo manifiesta con malestar, ira y angustia. Sucede que al elegir un nuevo partenaire, encuentra que comparte el mismo modo de gozar, y ninguno de los sujetos puede condescender a hacerse objeto del goce del otro. Es que ella quiere ser activa para que la otra goce, ya que su interés, es cumplir con el desafío de demostrar al hombre que está mejor situada que éste, para experimentar y hacer experimentar el goce masculino a una mujer.
Hasta aquí el caso, entre sus enseñanzas, en principio podríamos subrayar, la modalidad en que se presenta la significación fálica en conexión al deseo materno, el modo en que queda encerrada dentro del fantasma materno. Cuestión que condiciona su elección del partenaire sexual, con esa gran pregnancia imaginaria, y al embrollo en que arriba por estar situada en estas coordenadas.
Así, cuando su estrategia fálica desfallece, encuentra la certeza de la angustia, en tanto queda frente a un goce Otro que no se acomoda al símbolo. Dando cuenta de lo que enuncia la castración freudiana para los dos sexos, que cada uno debe renunciar a igualarse al “sex-simbol” del otro.
Hay, en este momento de angustia que sobreviene más allá del Uno, una oportunidad para el analista: la de revelar, no a la “mala madre”, sino a la verdadera mujer que puede manifestarse en toda mujer.
El caso, también extiende su enseñanza hacia otro problema actual, que frente a la erección de la imagen del cuerpo, como Un-cuerpo, el goce de una mujer la vuelve Otra para sí misma. Pudiendo romper con la creencia en el Uno del cuerpo, para preferir el goce como Otro.
En este sentido, siguiendo con la lógica de la sexuación, Lacan plantea dos modos de gozar de los cuerpos: la felicidad o el exilio. En la cual Hombre o Mujer son identificaciones precarias, que se ponen en juego en cada encuentro con el goce sexual, cada uno se autoriza a sí mismo el goce que más le calza.
En esta disyunción, la felicidad para Lacan es relativa al parloteo, corresponde a un modo de goce “a-sexuado”. Acentuando, que en cada sujeto es un goce de Uno, repetitivo, autoerótico, y cuyo paso por el Otro no hace existir la diferencia hombre-mujer, sino que apunta al objeto a. Este es el goce que suelen experimentar las homosexuales que proclaman su calidad de hombres; y también es la felicidad de la histérica haciendo de hombre.
Por el otro lado, el exilio, nombra al goce femenino, con sus manifestaciones clínicas: el amor loco, el éxtasis, la angustia sin límites, los efectos de caída, de vértigo, y fenómenos de percepción del tiempo, como el “abismo temporal”.
En conclusión, a pesar de cualquier “voluntarismo” de las estrategias identificatorias, que revela el estatuto pluralizado del Nombre del Padre, “el punto de identificación sexuada no es manipulable por el sujeto” que lo paga con desorientación, ira, angustia y/o síntoma.
Ante esto, el recorrido analítico es una experiencia donde se separa la evidencia del lazo entre el yo y el cuerpo, para que surja una nueva relación entre el sujeto y el síntoma. Me refiero, a la concepción del síntoma como acontecimiento de cuerpo, que para Lacan implica que el síntoma es un incorporal, pero involucra al cuerpo. En una dimensión muy distante de la del narcisismo.
Finalmente, el psicoanálisis tiene como política afirmar que el síntoma como partenaire es una respuesta a lo real, separado de la imagen del cuerpo, lejos del individualismo moderno, de la ética del soltero desarraigado.
Es a partir de Lacan, cuando separa la posición histérica de la posición femenina, que tenemos una clara orientación para decirle a la “individualidad actual”, que existe una salida a la encrucijada de la identidad de goce: que es posible soportar ser el “síntoma de un otro cuerpo”.


Guillermo A. Belaga


jueves, 8 de noviembre de 2007

Curso del Servicio de Salud Mental –Hospital Central de San Isidro

Curso del Servicio de Salud Mental –Hospital Central de San Isidro
“Resoluciones Terapéuticas en el Hospital Público y sus Dispositivos”

Clase 29 de agosto 2007- Casuística EFECTOS DE CONTROL

Coordinación: Nilda Hermann

Viñetas clínicas: María Rosa Catoi, Leonardo Itzik, Adriana Rógora y Luciana Nieto.
Puntuaciones breves de doctrina del control en la orientación lacaniana:
Valeria Cavalieri, Belén Almira y Delfina Lima Quintana.


Lic. Nilda Hermann:

Nuestra propuesta en la clase de hoy se orienta en lo planteado por Eric Laurent en “¿Cómo se enseña la clínica?” , donde afirmó “La ignorancia es una pasión más verdadera que el deseo de saber, que se dirige al ideal. Así que, si queremos crear lugares en los cuales haya una atmósfera de pasión, de búsqueda apasionada y que exista tanto a nivel del psicoanálisis aplicado como del puro, esto no puede organizarse sobre el deseo de “saber” sino más bien del deseo de investigar sobre el “no saber”, que es otra cosa.”

Nos interesa esta perspectiva en la formación y nos entusiasma llevarla adelante. Para ello consideramos necesario dar forma viva al dispositivo que allí propuso E. Laurent -sobre las indicaciones de Lacan en 1975 -en torno a la supervisión o control como nueva mansión del decir , en el sentido de un dispositivo institucional con el cual uno se puede aproximar, uno puede recoger esta nueva mansión del decir. Y donde se apunta a tratar de no borrar los momentos de surgimiento de tal dimensión - que pueden dar cuenta de rectificaciones de la posición del practicante, desarrollos ulteriores de la cura, a veces una completa reformulación del caso en términos de la práctica interpretativa con el sujeto que está en juego y no sólo en términos de diagnóstico- y para lo cual propone restablecer las huellas del camino previo al caso presentado con su lógica impecable y evidencia asombrosa. Para así estar atentos al surgimiento de esta nueva mansión del decir y aislar en ella lo que ha surgido como punto de sorpresa, cuidarlo, tratarlo bien, darle su lugar.
El dispositivo que proponemos y que llamamos Efectos de control, es el de presentación de casos tomando las antes mencionadas indicaciones como consignas de trabajo y elaboración.
Un mínimo de automaton ha favorecido esta producción, unas reuniones entre colegas practicantes para trasmitir las consignas y recibir las producciones de quienes se interesaron en presentar su clínica con esta modalidad.
Hemos realizado algunas reuniones periódicas de trabajo que han dado lugar a una casuística que va a ser presentada hoy como resultado de este dispositivo de investigación acerca de los tratamientos dispensados en este Servicio.
Solicitamos la consideración de estas viñetas con el fin de que podamos interesarlos, causarlos y entusiasmarlos a participar en un debate sobre la práctica del psicoanálisis aplicado en el hospital público.

Viñetas clínicas

Lic. Adriana Laura Rógora

M., una mujer realiza tratamiento psicológico y psiquiátrico en el Hospital, ausentándose y volviendo de manera espontánea a pedir atención.

Las entrevistas se centran en sus dichos: “estoy muy angustiada, muy nerviosa, no como, no puedo dormir, siempre igual cuando a mis hijos les duele algo o yo les veo algo raro. Hasta que no confirman lo que tienen yo pienso lo peor. Necesito ver, necesito saber que les pasa, si no pienso que es algo malo. Pienso cáncer”. Puede precisar que siempre fue muy temerosa de las enfermedades y esto se agrava hace algunos años, al perder su trabajo. Dice: “tengo más tiempo para estar mirando a mis hijos, tengo todo el tiempo la vista puesta en ellos. …siento terror, algo en el cuerpo, como si me estrujan el estómago”. Dice estar muy angustiada, su relato es muy acelerado y con total desafectivización.

Poco a poco M comienza a relatar problemas en su matrimonio: “con P está todo mal… pero esto es desde hace mucho tiempo. Cuando lo conocí me atrajo de él que no me diera bola. Todos los tipos me daban bola y él no, y creo que eso me enganchó”.

Consigue un trabajo, conoce a un hombre que “le atrae” y le cuenta a su marido lo que le pasa con él: “yo le conté a P, no quiero que sospeche, porque no pasa nada ni va a pasar. Él es muy celoso, dice que me salvó porque yo andaba con tipos y no tenía nada serio. Dice que era una atorranta”.

Las quejas por su padecimiento frente a las reiteradas “enfermedades” de sus hijos eran constantes e incluso reclamaba: “estoy cansada, siempre estoy igual, creí que esto iba a ser más rápido”.

De esta manera cualquier intervención que hiciera respecto de los hijos tratando de dirigir sus dichos a otro lado no resultaba. M faltaba frecuentemente o llamaba para venir más tarde, a lo que me negaba explicándole que era el horario de otro paciente. Le hacía mención una y otra vez respecto de las reglas de asistencia al tratamiento en el Hospital, le explicaba que cada paciente tiene su horario y en caso de querer modificarlo tendría que proponerlo con más tiempo de anticipación, sin embargo esto se reiteraba.

Decido realizar un control debido a que se me presentan dudas diagnósticas en relación a la estructura y también respecto de la dirección de la cura.
En control la supervisora remarca, más allá de pensar acerca del diagnóstico estructural, mi posición en la cura, indicando de qué manera con esta posición respondía constantemente a la demanda del otro, pudiendo esto aparecer como un obstáculo.

En la entrevista siguiente M cuenta: “estoy mal, como siempre” y continúa diciendo de manera muy acelerada que se siente en la “obligación” de contarle a su marido todo lo que hace: “sin darme cuenta le conté con lujo de detalles lo que me pasa con el tipo que me gusta, no sé cómo se lo dije …” ¿Ah, no?, le digo, a lo que responde sonriendo: “Bueno…, a mí me gusta que sepa que los demás me miran, que le gusto a los demás. Creo que contarle me da un respiro, bueno es una obligación...”. Intervengo diciendo: “no es una obligación para usted, eso a usted le gusta” y la despido.

En la próxima entrevista M relata acerca de la relación con su madre, “mi vieja sale con un tipo muchos años menor que ella y desde entonces está cambiada. Ella me dice: me dediqué todo el tiempo a ustedes, ahora me toca dedicarme a mí”. “Qué me diga eso me mata”. Reconoce que esto la angustia mucho aunque hace esta diferencia: “no soy de llorar de angustia pero con esto no puedo, necesito hablar de lo que me pasa”.

A partir de este momento presenta un afecto diferente frente a sus dichos, se implica en el tratamiento de otra manera. Despliega su preocupación respecto del temor que siente por ser con sus hijos igual que su madre es con ella (“yo me parezco a ella, primero los hijos”), y la importancia que le da a que los demás la vean como la madre perfecta.
En relación a las enfermedades y dolores de sus hijos M ha comenzado a preguntarse si ellos a veces exageran para llamar su atención, dice: “me di cuenta que a veces a mis hijos no les duele nada, pero sobre todo mi nena, ya sabe que ese es mi lado flaco”.

Lic. Leonardo Itzik

1. El caso

Un paciente llega luego de una “crisis” por excesivo consumo de marihuana, hizo dos tratamientos anteriores en los cuales nunca pudo hablar de su sexualidad, tema que desarrolla en la primera entrevista.

Al día siguiente de la primera entrevista la madre del paciente se presenta en el Servicio exigiendo que lo atienda dos veces por semana, antes lo atendían tres veces por semana, en caso contrario lo internaría. Le remarco a la madre las consecuencias de dicha acción, la hago esperar y luego la hago pasar al consultorio para volver a conversar sobre el tema. La madre comenta que sus tres hijos tienen problemas y que ella hizo terapia en algún momento, sin embargo debía interrumpir aquel tratamiento por que su marido se sentía descubierto.

Tanto la psiquiatra que atiende al paciente como el admisor que realiza la derivación consideran que se trata de una psicosis.

A lo largo de las entrevistas relatará el cruce de cables que culmino con una consulta en un Hospital Psiquiátrico.
Recluido en una habitación, fumaba marihuana sin parar, ve agujeros en la pared (luego de sacar los cuadros) y manchas. Llama a la madre y siente culpa por hacerle mal, decide pedir ayuda. Ella se durmió y el le robaba la energía.

Hablará de cierta imposibilidad para hacer cosas, tanto con la música como en el área laboral. Estudia canto con un profesor que lo incentiva para que saque lo que le pasa a través de la voz. Hace intentos por estudiar música en un conservatorio, estos intentos son frustrados por diferentes eventos. La posible separación de los padres, lo tiene desganado, plantea cierto límite: no ir más allá de los padres. El padre tiene cierto conocimiento musical pero nunca se ha dedicado a estudiar, ni hacer música.

2. Pedido de control

Decido realizar el control del caso debido la dificultad diagnostica, y la consecuente dificultad en la dirección de la cura. Puedo recortar ciertos fenómenos extraños, sin embargo es difícil precisar de qué estructura se trata, agregaría la imposibilidad de realizar ciertas acciones.

La presentación de un caso, es el caso del analista que lo presenta, decía Belaga en el curso del año 2005. “El control es un deber ético, una posibilidad del practicante de declarar su practica, un compromiso (…)”

3. Efectos del control
El control posibilitó recorrer las escenas que sostendrían el diagnostico hasta poder despejarlo. La extrema cautela que podría ser necesaria deja lugar ahora a la dirección en varios sentidos: el lazo, la depuración de las escenas de la crisis y la sexualidad para arribar a algo diferente, algo nuevo.

Lic. María Rosa Catoi

El control es éticamente necesario, permitiendo, entre otras cosas, despejar la duda diagnóstica y en consecuencia direccionar la lógica del caso.
Elaborar estrategias para lograr conmover al paciente, en este caso, sacarlo de su discurso metonímico y la confirmación del diagnóstico, en primera instancia, es lo que me lleva a supervisar, sin embargo, terminar la sesión era una ardua tarea difícil de llevar a cabo, aunque me parara y me dirigiera a la puerta el paciente continuaba hablando en la misma posición y tenia que repetirle varias veces que había finalizado.

S.B. es un paciente joven que se presenta en el servicio diciendo que ha hecho muchos tratamientos con distintos profesionales, quienes le diagnosticaron tener ataques de pánico y lo medicaron en consecuencia.

Luego de varios años vuelve a sentir los síntomas y decide recurrir al hospital.
En el transcurso de las distintas entrevistas, noto el monocorde hablar del paciente, metonímico, sin subjetivación en su relato, con una literalidad extrema, comenzando la sesión exactamente por donde había terminado la anterior.

En su narración se hace recurrente su padre, y en tiempo pasado, recuerda que siempre repetía “Yo soy más evolucionado que los otros…si yo me muero se mueren todos”.

Relata una situación donde desde su cuarto escucha discutir a su padre con su hermana, dice “Salí de la pieza y le puse una trompada en el ojo, como tenia anteojos tuvo que venir el medico a curarlo, yo me fui a mi cuarto, el vino después y se disculpó, me dijo, no te hagas problema”.

Al recordar su primer ataque de pánico dice “…ese día me puse a pensar en el universo, en la evolución, en mi mente estaban muchas conversaciones con mi viejo que me aturdían …como que yo estaba de espectador de mis pensamientos y yo quería formar parte… en ese momento me puse a leer un libro de derecho, para enriquecerme y en un mes saber todos los derechos que podía tener, yo quería saber más que mis viejos, pero que ellos no lo sepan, no para ganarle a los demás sino para no estar fuera de la conversación”. Piensa que posiblemente su padre sea la causa de su primer ataque de pánico.

Lo laboral, es un tormento para este paciente, trabaja con su padre arreglando aparatos que nunca puede terminar. Dice volverse loco queriendo arreglarlos, pero a pesar de haber hecho 2 cursos sobre el tema le resulta imposible y lo hace sentir muy mal.

Cuando pregunto que le gusta hacer, habla de la música, cuenta que estuvo en una banda, que toca la guitarra, dice que su padre cuando era joven también había tenido un grupo en el que tocaba la batería, y que nunca supo tocar la guitarra, a lo que respondo, bueno, parece que tu papá no sabe de todo, vos sabes más que él en esto, me mira (como muy pocas veces lo hizo) y esboza una sonrisa, dice “Sí nunca lo pudo hacer, su guitarra estaba archivada hasta que yo la agarré”.

Por primera vez, culminar la sesión no fue difícil, sólo que me anunció de lo que va a hablar en el próximo encuentro.


Lic. Luciana Nieto

M es un adulto joven, dice estar muy deprimido, ansioso y con dificultad para conciliar el sueño. Está separado desde hace un año, y no puede ponerse de acuerdo en nada con su ex mujer. Tiene una hija. Habla de la responsabilidad y el miedo que conlleva la paternidad para él. Cuenta que engañaba a su mujer y dice saber que tiene “parte de culpa” en todo lo que pasó.

Manifiesta que sufre de eyaculación precoz, pero no es un síntoma que a él le preocupe, ya que lo compensa haciendo regalos. Se inicia sexualmente con una mujer mayor que él, y refiere angustiado, que en ese momento era él quien quería tener un hijo. La relación termina porque ella decide abortar.

Ahora había sido su ex mujer la que quería tener un hijo, y creyó que eso la iba a cambiar: “dicen que las mujeres cuando son madres cambian, pero no...” Cuenta que todas sus relaciones terminan “abruptamente”.Relata no poder parar de pensar todo el tiempo en el futuro. Siempre fue muy “acelerado” para todo. Se interviene diciendo que se adelanta, “parece que no podes ir paso a paso” (corte de entrevista).

M concurre al Hospital con una frecuencia semanal a su tratamiento terapéutico, pero esta última semana se “adelanta” y asiste un día antes porque “necesitaba hablar con alguien”.
Al día siguiente, asiste en su horario habitual. Cuenta que le había pegado una cachetada a su ex. Se le señala el punto de responsabilidad en reaccionar “abruptamente”. Cuestión que el paciente advierte, pero continúa sin poder escucharse. Se considera necesario entonces intervenir de forma “abrupta” interrumpiendo su discurso con una pregunta: “¿por qué se había adelantado?”. M se calla, escucha y dice no entender. “Por qué había concurrido al hospital un día antes del convenido”, refiere no saber por qué se “acelera”.
El caso es llevado a control, ya que me resultaba difícil conmover al paciente de esta posición tan rígida en donde solo se quejaba y no podía escucharse.

Es en este espacio donde se pudo ver que la lógica del caso estaba planteada según “su tiempo”. Espacio que me permitió pensar en la introducción de otro tiempo que permitiría ubicar cierto límite a este goce desmedido que lo precipita a la acción acelerada.
De lo que se trataba era de producir una erótica del tiempo, tomar una posición más bien enigmática, desconcertante, en dónde sería el analista el que determinase cuándo y a qué hora iba a ser la entrevista.
Fue así como comencé a citarlo en distintos horarios, cortando las sesiones de forma abrupta y diciéndole que vuelva más tarde. Intentando con esta maniobra del tiempo producir un efecto : “hacer surgir la espera”. Pero el paciente continuaba adelantándose en los horarios. Concurría a ver al Psiquiatra para que le repitiera el certificado que le permitiese no trabajar. Parecía, a pesar de todo, no incomodarse con estos movimientos.

En la última entrevista, concurre al Hospital antes de su horario habitual, para solicitar el certificado laboral. A lo que le respondo, (con el certificado en la mano), que éste será el último certificado que se le dará, pero a la tarde, en su horario.
En la siguiente entrevista, solo llegó 10 minutos antes de su horario y para mi sorpresa, me dijo que estaba mejor, “creo que me asusté, con la cara de enojada que me pusiste”
Intervengo diciendo “¡Ah bueno! Entonces nos vemos el martes”.Esta vez a diferencia de las anteriores, me preguntó si podía venir por la mañana porque por la tarde tenia que entregar el certificado a los médicos laborales. Es decir, que pudo anticipar la situación sin precipitarse a la acción acelerada.


Puntuaciones breves de doctrina del control en la orientación lacaniana

Lic. María Belén Almira
¿Cuál es la particularidad del control en el hospital?

¿En qué difiere supervisar un caso de un paciente atendido en el Hospital o en un consultorio privado? ¿Hay alguna diferencia? Los efectos de control que acabamos de escuchar en las viñetas leídas ¿Dan cuenta de la especificidad del control en el hospital o, en términos más generales, del psicoanálisis aplicado en el hospital? Blanca Sánchez en su texto “El analista controlado es el analista expuesto” plantea dos vertientes: el analista controlado en la supervisión y el analista controlado en sus presentaciones en la comunidad analítica.
Tomando esta segunda vertiente, ¿Cómo podemos pensar los efectos producidos a partir de presentar los casos en las reuniones de equipo de fin de día, en la presentación de viñetas en el curso; en el lazo con los otros? ¿Podríamos hablar en estos espacios de una “super-audición” ?

Lic. Delfina Lima Quintana

Puntuación del texto de Eric Laurent: “Su control y el nuestro”

¿Cuando se solicitaría un control?

El deseo de demandar un control se originaria en el interior mismo del discurso analítico en un punto en que “…deber y deseo se anudan…”. Como dice Lacan en sus Escritos: "De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables", tanto el analizante como al analista. Se trataría de la responsabilidad del sujeto en su encuentro con el Otro.

Por lo tanto:
Análisis personal: en el control se revelaría la posición subjetiva del analizante.
En el control: Deseo del analista y Enseñanza se encuentran entrelazados.

Se trataría de dos cosas en la supervisión:
-Evaluar si el analista hace bien de “…semblante del objeto a…”, los obstáculos serían las identificaciones a las cuales el analista permanece atado, semblante como opuesto a identificación. Este punto estaría directamente relacionado con el análisis personal.

-Y por otro lado si constituye o no, por sus prejuicios, un obstáculo a que el saber inconsciente se registre en posición de verdad. Esto estaría íntimamente relacionado con el control.
Laurent define ser semblante del objeto como “…ser cualquier cosa para cualquier sujeto”. Semblante responde al no actuar, entonces se trataría de “…permanecer inmóvil mientras el significante se desplaza”.

Lic. Valeria Cavalieri

Puntuaciones de textos sobre el control de: Assef y Siquiera, Eric Laurent, Guillermo Belaga.

“El Control es la verificación de la estrategia y de la posición del practicante respecto de la transferencia y de la política que permita extraer la lógica de esa cura”. “Es el comentario continuo del acto por el analista. Un instrumento que el practicante tiene para verificar el particular abordaje de lo real que se obtiene por la operación analítica, así como un lugar de constatación posible de la eficacia del psicoanálisis”
En el Control no se trata interpretar la posición subjetiva de aquel que controla sino de ver cómo ésta juega en relación a sus pacientes para maniobrar en transferencia”. Da lugar a un efecto sorpresa, a un efecto sujeto. “El control como parte de la formación es una responsabilidad que cada uno debe asumir por su cuenta y riesgo en la medida en que está en el psicoanálisis...”
En el deseo del analista hay una idea de formación permanente, en contraposición a la idea de "analista realizado", como dice el Dr. Belaga, "es un camino que lleva a afianzar una extraterritorialidad para el psicoanálisis contribuyendo a su devaluación, a poner en cuestión la práctica del psicoanálisis en el hospital"

Debate:

Lic. Raúl Argüello

Intervención:

Interrogantes a partir de la clase sobre el control en Hospital Central de San Isidro

A partir de las perspectivas desarrolladas en la clase sobre el control, quisiera resaltar la referida al par control grupal-individual. Mi interés parte del trabajo de pase diario, reunión de fin de día, supervisión del equipo de urgencia (actividades que tienen lugar en el servicio); por del valor de estos espacios como el lugar de una puesta en palabras frente a otros del trabajo realizado, como salida a las elucubraciones y pre-supuestos con los que se piensa el caso y que dirigen sus intervenciones (cuando la practica se realiza en soledad y en silencio).
La explicitación de estos supuestos y el modo en que retornan en esta puesta en común en un espacio grupal permitirían una mayor claridad.
Frente a estas consideraciones mi pregunta se refiere a la especificidad de la supervisión o el control individual. De este lado podíamos pensar los aspectos transferenciales que se juegan en la elección del supervisor, y el hecho de que en el control el practicante presenta “su” caso, o el hecho de que “lo que se controla es la posición del analista en la dirección del tratamiento”.
Estos aspectos se conectarían con lo mas singular de quien solicita el control, el modo en que sus fantasmas inciden en su lectura y de lo que se juega de la relación de su deseo con el psicoanálisis.


Lic. Ignacio Penecino

Intervención:

De la supervisión grupal o como desorientarse en lo imaginario

Este tipo de dispositivo –el de la supervisión grupal- es de un uso actual llamativo, parece que en los últimos tiempos y en especial luego del 2001 se ha incrementado notablemente. Cuando uno conversa con colegas que participan de este tipo de dispositivos se los escucha decir: “A mi me sirve lo que le marcan al que presenta”.

Dos puntos a tener en cuanta a la hora de pensar tal dispositivo:

1ª) Como marqué anteriormente surge con mayor énfasis luego de que la economía, no solo de los practicantes sino de algunos “analistas” con cierto renombre, se vio afectada; es llamativo que la gran mayoría de quienes participan de este dispositivo son practicantes que recién se inician. Entonces este dispositivo responde más a una lógica de mercado y por ende a un discurso capitalista.

2ª) Que uno se sirva del yerro del otro, deja a las claras de que no se sabe nada del deseo como practicante.

Estamos dentro de lo Valéry llamó “Profesiones delirantes” caracterizada por 5 puntos:

A) La materia prima es la opinión que los otros tienen de uno.

B) En consecuencia, se vive en una eterna candidatura que alimenta por igual el delirio de grandeza y el delirio de persecución.

C) La ley es hacer lo que nadie ha hecho antes y que nadie hará.

D) Cada uno funda su existencia sobre la inexistencia del otro, a quienes hay que hacerles aceptar que no existen.

E) En el corazón de cada uno existe un electrón positivo que repite una frase monótona: Solo hay yo. Solo hay yo, yo, yo. … y un electrón negativo que grita: Si, pero hay un tal… Si, pero hay un tal…tal, tal, tal. Y tal otro, pues el nombre cambia con frecuencia.

Plantear la supervisión grupal dentro del discurso analítico es con sus inconvenientes; su similitud con un Ateneo clínico son para tener en cuenta, como así también lo concerniente al deseo de quien practica.
Si el caso es quien presenta, y se trata de ubicar algo del deseo que hace obstáculo a la dirección de la cura que se está tratando de llevar adelante, lo grupal no es el mejor lugar para que algo de eso ocurra. La vergüenza es un operador que obstaculiza, y muy bien que allí esté, sino no se trata del deseo.


Lic. Marta Coronel
Intervención:

En los cuatro materiales presentados por los colegas puede leerse, que lo que los lleva a pedir supervisión más allá del obstáculo propio de la dirección de esa cura, es el de poner a prueba la responsabilidad que cada uno asumió al iniciarse en la práctica del Psicoanálisis.
Si bien estamos en una Institución hospital, tenemos la posibilidad de practicar Psicoanálisis aplicado, y es en el lugar de la supervisión donde se pueden aclarar o delimitar los campos entre el Psicoanálisis y lo que corresponde a las psicoterapias, evitando los deslizamientos.
Se controla la posición del practicante con respecto a la transferencia en esa cura, y es justamente este punto el que nos aleja del control grupal.
Se trata de viñetas que nos enseñan, o por lo menos así, me parece, sobre los efectos que se producen en el encuentro del terapeuta y el control. Tal como dice J .A Miller en el Banquete de los analistas “El control no tiene ningún valor si se limita a pautar las relaciones del analista aprendiz con sus practicantes. El control no vale nada si no apunta un más allá, esto es, a sus relaciones con el Psicoanálisis”.
No es entonces, solamente la urgencia lo que nos lleva a pedir un control sino por la convicción en la formación del psicoanalista, del deseo en el saber.

Lic. Laura Barriviera
Intervención:
Mi comentario es en relación al control "grupal" pongo entrecomillado ya que se diferenció entre control grupal y control de equipo de trabajo y al hecho de exponerse uno en esa situación.
El equipo de los talleres supervisamos mensualmente, una semana antes en la reunión se discuten los casos que podrían plantear algún interrogante, y sobre esa base se decide en equipo qué paciente supervisar. Se invita al terapeuta y/o psiquiatra que llevan adelante el tratamiento.
Fundamentalmente el control es sobre el hacer en los talleres, sobre la práctica misma, como intervenir con determinados pacientes que presentan ciertas dificultades en el lazo, que estrategias armar y direccionarlas. Generalmente el paciente recorre varios talleres a la vez, de modo que diferentes terapeutas-coordinadores conocen el caso.
De ningún modo quedan a la luz cuestiones individuales de cada terapeuta, ni es el interés del control llegar a ubicar tales cuestiones.

Lic. Nilda Hermann

A mi gusto está claro que no confundimos en este Servicio los niveles de lo colectivo y lo grupal; respecto al control y supervisión de los casos, los materiales clínicos aquí presentados han sido sostenidos por los terapeutas en singular, cada uno se ha responsabilizado tanto de la dirección de la cura como de su modalidad propia de transmisión a la comunidad clínica y epistémica que sostenemos.
Muchas gracias a todos por la participación entusiasta y apasionada que han demostrado en este dispositivo de enseñanza y transmisión, planteando y abriendo el debate sobre los problemas cruciales de nuestra práctica cotidiana en el Servicio, continuaremos con nuestro Curso el próximo miércoles, hasta entonces.



Laurent, E. Conferencia del año 2000 en el marco de actividades del ICBA, en ¿Cómo se enseña la clínica?, Cuadernos del ICBA Nº 13, Bs. As. 2007.
“Es muy sorprendente que uno pueda escuchar lo que les ha dicho un practicante, es sorprendente que a través de lo que ha dicho se pueda tener una representación del que está en análisis, del analizante. Es una nueva dimensión, una nueva mansión del decir (nueva dit-mension). Una nueva consistencia del decir.”

J. A Miller – “Erótica del tiempo y otros textos”

Laurent, Eric “¿Cómo se enseña la clínica?” El mensaje nª12, año 3, julio 2001. Boletín del Instituto Clínico de Buenos Aires

Bibliografía:
Freud, S., (2006) [1910] Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica, en Obras Completas, t. XI, Bs. As., Amorrortu.
García, G., (2000): “¿Dónde fundar al autoridad analítica?”, en D´escolar, Bs. As., Atuel – Anáfora.
Lacan, J., (1988) [1956] Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956, en Escrito 1, Bs. As., Siglo Veintiuno.
Lacan, J., (1988) [1966] Del sujeto por fin cuestionado, en Escrito 1, Bs. As., Siglo Veintiuno.