jueves, 22 de noviembre de 2007

"Algunas puntualizaciones sobre la RED ASISTENCIAL "

Guillermo A. Belaga, Director de la EOL, Presidente de la Red Asistencial.

Introducción.


Hasta hace pocos años, los efectos eran considerados en nuestras discusiones clínicas como algo producido “por añadidura”1. Una de las principales consecuencias del ataque que sufre el psicoanálisis, principalmente, en EEUU y Europa, ha sido la de haber obligado a la AMP a prestar atención y formalizar los casos, en forma más precisa, en torno a las soluciones que se le brinda a los sujetos que se dirigen por su sufrimiento al psicoanálisis.


En esto, ha tenido mucho que ver el impulso dado por J.A. Miller para volver a pensar el psicoanálisis en su aplicación a cuestiones terapéuticas. Alentando al mismo tiempo a las Escuelas al fortalecimiento y creación de Instituciones, que alojen el síntoma desde esta nueva articulación clínica y política.


Se podría decir que en la EOL este movimiento institucional ya se había iniciado con la fundación de la Red Asistencial, y que ahora puede cobrar fuerza en sintonía con estas iniciativas.


En suma, la Red Asistencial de la EOL, el CIEC de Córdoba, y contemporáneamente PAUSA, se fundan en una época donde el campo “psi” en general empieza a posicionarse frente a los nuevos problemas y malestares contemporáneos, producidos -como describen los cientistas sociales- por la precarización generalizada de la vida y la “individualización salvaje”.


Esta lógica de mercado, se tradujo en un nuevo higienismo que pasó a cuestionar la autoridad terapéutica del psicoanálisis en general. Así sobre este diagnóstico, sobre esta lectura de los fenómenos sociales, y de cara a la sociedad, se empezó a elaborar una respuesta a la pregunta sobre las posibilidades y límites que se encuentran en el tratamiento del sufrimiento.


Acertadamente, el nombre de red asistencial con que se bautizó el dispositivo, viene a sumarse a las muchas “redes sociales” que surgieron a partir de los 80-90 como una alternativa a la experiencia de la fragmentación del Otro.


Esta misma terminología también es usada corrientemente por la psicología social o crítica, cuando se plantean alternativas de reconstrucción de la persona frente a la medicación solamente, y/o a una escucha “mercantilista”.


Pero, el uso del sintagma “red asistencial” alcanza a distinguirse de estos discursos, al proponer una pragmática que sigue la enseñanza de Lacan, que explica hasta dónde lo simbólico puede y no puede transformar a través de una praxis un real-imposible2.


Entonces, nuestra acción se desarrolla en el marco de lo que la técnica y la globalización económica producen: la “incertidumbre fabricada”, el pánico, las realidades ansiógenas, los sujetos sin referencia, etc. Así, lo importante es adecuar los dispositivos asistenciales para responder al trauma generalizado3; sabiendo además, que la tendencia natural de los individuos cuyos imaginarios de seguridad están cuestionados y/o se han desmoronado, es inclinarse por encontrar su punto de capitón en los mitos científicos, neurobiológicos, en pasiones narcisistas, y en la ferocidad del superyó que manda a todos a consumir.


Al respecto, J.A. Miller ha mostrado con el “efecto otaku”4, como los sujetos encuentran una pacificación a través de “identificaciones débiles”, que le dan la certeza de “dominar” su existencia. Se trata de bionarraciones mínimas, alrededor de un campo muy restringido de significantes.


En el campo social, las “redes” –conformadas principalmente por el Estado, y/o lo que se denomina el tercer sector- intentan brindar ante la inconsistencia del Otro, algún tipo de identificación y alojamiento para el individuo moderno. Algunas pueden resultar interesantes en su funcionamiento, sobretodo las que tienen la práctica del “pequeño grupo” con su lógica colectiva basada en identificaciones horizontales. Otras no lo son tanto, como los grupos de padres de pacientes con diversos trastornos psiquiátricos, que ven reforzadas sus “certezas” por la acción de la industria de los psicofármacos y los mass media, derivando en una mayor imposición de la lógica del mercado sobre el campo de los “psi”.


Sin embargo, más allá de estos usos, el término “red” cuenta con un reconocimiento social.


Desde este punto de vista, la Red Asistencial en relación a la Sociedad, puede también ser otro de los “nombres del padre”, que orienten la existencia de los sujetos. En este sentido, como sabemos el Nombre del Padre funciona como S1, y como tal puede hacer legible lo traumático, puede dirigir los dichos iniciales del sujeto a los fines de su pacificación.


En definitiva, la llamada “transferencia institucional” se establecería a partir del uso del S1, ya que al estar en la serie de los nombres del padre, puede también tener el estatuto del significante de la transferencia. De esta manera, el significante “Red Asistencial” en la entrada, establecería la posibilidad -siempre contingente-, para un recorrido analítico; que con el tiempo puede devenir para un sujeto en un saber sobre los significantes que lo alienan, y eventualmente sobre sus modos de goce.


Asimismo, se sabe que la angustia no puede ser suplementada suficientemente por el Nombre del padre, que la cura implica efectos de creación. Por lo que finalmente, la aplicación del psicoanálisis desde este dispositivo de asistencia, se sitúa en la pragmática que se desprende de la frase lacaniana “prescindir del Nombre del Padre, a condición de servirse de él”.


Con respecto a las consideraciones sobre el Sujeto Supuesto Saber, éstas deben reformularse una y otra vez como parte de la extensión de la Red Asistencial, y por ende la de la Escuela, en tanto se trata de que si el psicoanálisis existe en la Ciudad, es por sus analizantes.


En este sentido, todavía resta construir un campo transferencial mayor para la Red Asistencial, recurriendo a convenios y acuerdos, que haga efectivo su lugar dentro de la serie de las redes sociales. Ya que el psicoanálisis funciona ubicando lo particular del caso a partir de una construcción e inserción en un discurso universal -que siempre tiene sus tiempos y lugares según las épocas-, y no a la inversa. Situando lo necesario, lo que “paratodea”, se podrá luego ubicar lo real sin ley, como exceso traumático.


La acción en la Ciudad.

La Red tiene dentro de sus fines hacer una política hacia la Ciudad.


Al respecto, Paul Virilio, un importante teórico de la Ciudad, ha bautizado a la misma como “Ciudad pánico”. Así, afirma que es el lugar del cuerpo social, el lugar de la gente que la habita, y define: “trabajemos en la ciudad, y trabajaremos en la política”. Para este urbanista, la ciudad es la mayor política de la historia, y el cuerpo del hombre es la referencia de su hábitat. Me parece una interesante manera de situar lo que llamamos el Otro, y el goce del cuerpo propio.


En este sentido, la clínica actual se define por el modo en que funciona el Otro, sobre el trasfondo de que el Otro no existe, está fragmentado; con lo cual surge la pregunta sobre dónde está el límite, dónde lo prohibido, cuestión que lleva a definirlo uno por uno.


Asimismo, cada época y sus ciudades, se definen por su afuera, por su cerco, por sus estrategias de cierre, sus juegos de apertura.


Acaso, ¿no es esto lo que piensa la Red Asistencial cada vez? Los juegos de apertura, sus estrategias de cierre en relación al Otro del psicoanálisis que llamamos Sociedad.


Además, a la apertura y al cierre podemos agregar un tercer término también extraído de la teoría de las ciudades: el lugar de los trayectos. Entonces tenemos tres términos a considerar: apertura, trayectos, y cierre.


A los mismos el psicoanálisis puro los ha definido: la apertura, la entrada, es el bien formalizado algoritmo de la transferencia; en cuanto al trayecto es menos preciso en cuanto a su formalización, y por último, aún más problemático es el final de análisis, donde ya hemos descubierto que no hay el pase perfecto, que es muy difícil definir el algoritmo de salida.


Sin dudas, mucho se ha escrito sobre apertura-trayecto-cierre desde el psicoanálisis puro. Ahora, ¿cuáles son estas coordenadas para el psicoanálisis aplicado en la época de la demanda de los efectos terapéuticos rápidos? Podríamos formular algunas pistas, algo que empezamos a trabajar en las reuniones mensuales con los admisores y los coordinadores de los grupos de investigación, tratando de definir una clínica de la admisión.


A la Apertura, la hemos llamado en la Red: clínica de la admisión.

En principio, para nuestra investigación, tenemos algunas coordenadas siguiendo con las metáforas de las ciudades, por ejemplo la definición de J. Lacan: “el inconsciente es Baltimore al amanecer”. De este modo encontramos que apela a la figura de la ciudad, para definir el inconsciente como pulsación, como apertura y cierre, a diferencia de S. Freud que lo creía como destino -como lo necesario-. Esta distinción conceptual, es fundamental, dado que cambia completamente la posición de la admisión si se piensa que el inconsciente es un destino o es apertura y cierre.

Entonces, el inconsciente definido por Lacan, es una topología espacio temporal, y en consecuencia corresponde, como apuesta, darle un lugar.


En este sentido, el juego de la apertura, va más claramente contra el individualismo moderno, más proclive al rechazo del inconciente que al amor de transferencia.


Así, al permitir hablar se construye un lugar y un tiempo, dos nombres del Otro. Con esto-como primer gesto-, ante el vacío pánico, y el sin-sentido de quienes consultan, se reconstituye como funcionaba el Otro para el sujeto.


La Red Asistencial, PAUSA, el CIEC, en suma el Proyecto Asistencial de la EOL, no pueden olvidar este horizonte, en la época donde los mitos biológicos difundidos por los mass- media se ofrecen como punto de capitón, como sentido, para las personas.


Una segunda pista en relación a esta apertura, en la época del Otro que no existe, -como ya fue mencionado- es el hacer uso del Nombre del Padre, que constituye una manera, sólo una, de situar al significante amo que orienta la ex-sistencia. Por lo tanto, en la apertura también se deberá hacer legible un significante amo, en los términos que lo entiende J. A. Miller: “el S1 es el significante en nombre del cual yo hablo”.


Al respecto, se podría afirmar que en la clínica de la admisión se verifica que lograr la legibilidad del S1, pacifica.


La trayectoria, es conceptualizable desde los modos de uso del significante amo. Al respecto, podríamos diferenciar que hay un modo de uso del S1 en términos de identificación, y otro modo de uso del S1 con fines de goce. En este sentido, identificarse no encierra ninguna “epopeya”, si por este término se entiende el esfuerzo de tejer una narración a partir del sin sentido; la “epopeya” consiste en hacer un esfuerzo de poesía, un esfuerzo de hacer significar más allá del hecho en bruto.


Ahora, esta argumentación, nos lleva al tema del dinero. Porque a partir del hecho de que vamos a orientar el uso del S1 con fines de goce, surge una pregunta: ¿quién goza en la operación analítica, como “epopeya”?

Evidentemente por como está planteado el dispositivo analítico, no debería ser el analista. El goce en esa operación no es el beneficio del que escucha. Así, el hecho de que se le paga al analista, basta para indicar que el goce está del otro lado, del lado del que habla.


Este es el valor del pago, conforme a los principios del psicoanálisis, el mismo asienta el hecho que el analizante goza del significante, y en consecuencia, el S1 puede ser orientado con fines de goce.


Asimismo, el dinero también se articula con la Ciudad, con el valor de uso y la mercancía. Orientar con fines de goce no debe hacer perder de vista que la Red es de la Escuela de la Orientación Lacaniana y por lo tanto ella debe cuidar su agalma y no debe ser devaluada para la Sociedad.


Simultáneamente, con estas consideraciones, el juego de la apertura y el trayecto se deben ajustar al objetivo de la accesibilidad al tratamiento, a posibilitar al mayor número posible de sujetos a hablar, a ser analizantes, ya que en definitiva el psicoanálisis son sus analizantes, y la Red es una parte fundamental de la Utilidad Pública de la Escuela.


Por último, arribamos al cierre: siguiendo con la definición que el ser analizante envuelve el significante y el goce, llegamos a un punto incierto, no porque los otros estén más claros. Pero convengamos que investigando las salidas del tratamiento, ya podemos constatar algunas respuestas que demuestran que a los sujetos se les ofrece un encuadramiento del S1 y el objeto a, que permite efectos terapéuticos de plus de vida, sobre la mortificación.


Conclusión.


Para finalizar, es un hecho que en sus Jornadas, en ateneos, en los seminarios de enseñanza, en las numerosas presentaciones clínicas en Encuentros, la Red Asistencial ha tenido efectos uno por uno, y en la comunidad clínica.


Sin embargo, esto no debe dar lugar ha disminuir los esfuerzos por desarrollarla aún más. Mucho dependerá de las transferencias al psicoanálisis que se generen en la Ciudad, pero también de su presencia en la lógica colectiva de las Escuelas.


En este sentido, el psicoanálisis aplicado y sus políticas, encarnados en la misma y en los centros de atención, están íntimamente conectados a como se piensa el psicoanálisis puro y sus principios, y a las maneras en que el real del grupo analítico es tratado cada vez, en la Escuela.


Para esto, Lacan inventó el dispositivo del pase. Lo que implica pensar siempre una torsión, una topología entre la elaboración de lo que es un analista, y el modo en se espera que la Red como comunidad clínica en torno al psicoanálisis aplicado, pueda desplegarse en una comunidad.




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