martes, 13 de enero de 2015

La ilusión lírica

por Jacques-Alain Miller
 
Desde Paris, este 11 de enero de 2015, por la mañana



 

¿Quién lo hubiera creído? ¿Quién lo hubiera dicho? Francia de pie como un solo hombre, o una sola mujer. Francia que se ha vuelto o vuelve a ser una. La República, valiente, intrépida, eligiendo la resistencia. ¡Fin de los autoreproches! Los franceses salen súbitamente de su depresión, de sus divisiones, e incluso, si le creemos a un académico, se han vuelto "los soldados del An II". Los franceses causando nuevamente la admiración del mundo. Y el presidente Hollande, balanceando la cabeza, recibiendo con su aspecto de primer comulgante a unos pocos hombres que tienen en sus manos el destino del planeta.
¿Por qué precipitarse a París de este manera? Se creería que vienen a reabastecerse y a reavivar su poder, legitimarlo, darle lustre. El mismo planeta casi unido, unánime, recorrido por un mismo estremecimiento, como formando una sola multitud, presa de una pandemia emocional sin precedentes, con excepción tal vez del Día de la Victoria que puso fin a la Segunda Guerra Mundial, la Liberación de Paris, el 8 de mayo de 1945.
Francia, la humanidad, parecen que ya no son más abstracciones, parecen encarnarse, encarnarse frente a nuestros ojos, en nuestros corazones, en nuestros cuerpos. Entonces habremos conocido a "la ilusión lírica". Imposible ubicarse sin Freud y su Massenpsychologie, o incluso su doctrina de la cura. El acontecimiento produce un corte; reconfigura al sujeto, o más bien lo hace emerger bajo una forma inédita. Sin embargo, las Bolsas, hasta el momento, no se han movido, a diferencia del 11 de septiembre. Ahora bien, es eso lo que oficia hoy como prueba de lo real. Mientras ellas no registren la sacudida, estamos en lo imaginario.
Todo fue puesto en movimiento por tres hombres, ni uno más, que dieron su vida en nombre del Profeta. Sin embargo, para cubrir este entusiasmo universal, no es su nombre sino el de Charlie el que surge en su lugar. ¡Charlie! Una página semanal que desde antes que su redacción fuera exterminada, ya estaba agonizando por falta de lectores. El residuo, el desecho de una época del humor superado desde hacía mucho tiempo.  Es allí donde verificamos lo que enseña el psicoanálisis, la potencia que oculta la función del resto. Charlie muere asesinado el miércoles; el domingo resucita. Su transformación, su sublimación, su Aufhebung, en símbolo universal. El nuevo Cristo. O para conservar la mesura, el Here Comes Everybody de James Joyce. 


 

Debemos este efecto a los tres djihadistas, esos caballeros del Apocalipsis, esos soldados de lo Absoluto. Habrán logrado esto: aterrorizar, causar pánico a una buena parte del planeta. Como lo escribía ayer en un tweet ese viejo pícaro de Murdoch, «Big jihadist danger looming everywhere from Philippines to Africa to Europe to US». Cada uno abrigará su miedo y sublimará en el ardor detrás del número. El número es la respuesta democrática al Absoluto. ¿Tiene peso?
Ninguna religión magnificó la trascendencia del Uno, su separación, como lo hizo el discurso de Mahoma. Frente al Absoluto, ni el judaísmo, ni el cristianismo, dejan sola a la debilidad humana. Ofrecen al creyente la mediación, el auxilio de un pueblo, de una Iglesia, mientras que el Absoluto islámico no se mitiga, continua desenfrenado. Es el principio de su esplendor. La certeza está de su lado, mientras se disputan la definición del Judío, las Iglesias protestantes se pelean, el Vaticano mismo es alcanzado con dichos como que el papa tiene "un Alzheimer espiritual". Otro académico intima al Islam de someterse a la "prueba de la crítica" para alcanzar su verdadera grandeza. En efecto, todo está allí. Cuando las gallinas tengan dientes…
Cuando nos manifestemos, como lo haremos en algunas horas, nos dirigiremos a una potencia a la que se trata de doblegar. Los cortejos que en un rato van a converger en la plaza de la Nación, no lo saben, pero se preparan para celebrar al amo de mañana. ¿Cuál es? "Pero me dirán, vamos, acabamos de honrar a la República, a las Luces, a los Derechos del Hombre, a la libertad de expresión", etc., etc. ¿Creen ustedes verdaderamente, respondería, al Sr. Putin, al Sr. Viktor Orban, a los Grandes de este mundo solidarios de estos "valores"? Es mucho más simple. Solo tienen un valor: el orden público, mantener el orden. Y en esto los pueblos acuerdan con ellos. El soberano bien es lazo social. No hay otro. Se honra a las víctimas, sin duda. Pero ante todo y en todas partes, se cuenta con la policía.
¡Pobre Snowden! Sí, queremos ser vigilados, escuchados, espiados, si la vida tiene que ser a ese precio. Abalanzarse a la servidumbre voluntaria. ¿Qué digo voluntaria? Deseada, reivindicada, exigida. En el horizonte, el Leviatán, "Pax et Princeps". En una época fue Roma, señalaba hace tiempo Ronald Syme, o incluso los republicanos consideraban como un mal menor "submission to absolute rule". Houellebecq tiene razón en este punto: la tendencia, hoy, contrariamente a las apariencias, no es la resistencia sino la sumisión.

 Traducción: Silvia Baudini


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